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El amor que Dios odia

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Predicas Cristianas Predica de Hoy: El amor que Dios odia

Predica Cristiana Texto Bíblico: 1 Juan 2:15-17

INTRODUCCIÓN

La presente declaración pareciera una contradicción, pero aquí tenemos a Dios odiando a este amor. Y esto es interesante porque Juan quien define a Dios con un amor perfecto. Notemos como el amor de Dios es el asunto más distintivo de su carta (1 Juan 4:7, 8, 11, 16).

Solo en este capítulo tenemos 4 versículos hablándonos del mismo tema. Esto nos recuerda que, así como Dios ama perfectamente, también odia perfectamente. Tenemos un concepto muy errado de Dios. A veces pensamos de Él que es tan bueno y tolerante que cómo pudiéramos ver a Dios odiando algo.

La verdad de la Biblia

Sin embargo, la verdad de la Biblia es otra. Dios aborrece la mira altiva, los orgullosos de corazón, la lengua mentirosa, las manos que derraman sangre, los codiciosos, quienes tienen un corazón lujurioso. Dios aborrece también los pies que corren velozmente hacia el mal. El Señor aborrece al testigo falso. Otras cosas que Dios odia es el divorcio (Malaquías 2:16), y por supuesto, Dios odia la idolatría (Amós 5:21).

En fin, Dios odia todo tipo de pecado, porque por esa razón el entregó a su Hijo y murió como propiciación por ellos. No ame usted nada de lo que Dios odia. Este es el sentido de estos tres versículos que Juan nos ha dejado. ¿Qué le plantea esto al creyente? Que, de igual manera, él debería odiar también lo que Dios odia.

En este sentido, hay un solo “divorcio” que Dios permite: la separación del creyente del mundo. Jesucristo nos ha dicho que cuando esto hacemos, será el mundo quien nos odiará (Juan 15:19). Entonces, la contradicción más grande será que aun siendo creyentes volvamos a amar al mundo de donde hemos salido.

Un hombre le pregunto hace tiempo al Señor Moody lo siguiente: “Ahora que me he convertido, ¿tendré́ que dejar el mundo?”. El Señor Moody le contestó: – De ninguna manera, usted no tiene que dejar el mundo. Pero si su testimonio cristiano es bien claro, el mundo lo va a dejar a usted y muy pronto”. Jesucristo dijo que no podíamos servir a dos señores (Mateo 6:24). ¿Cuál es el amor que Dios odia? ¿Nos está pidiendo Dios odiar todo lo que nos rodea?

I. AMAR AL MUNDO DESPLAZA EL AMOR A DIOS

a. “No améis al mundo…” (vers. 15a)

Pero cuando hablamos del mundo, ¿de qué estamos hablando? La palabra “mundo” tiene varios significados. Por un lado, podríamos estar hablando del orden creado. Hay un mundo físico compuesto por la naturaleza de los seres vivos. Un mundo sideral compuesto por el universo.

Hay un mundo donde viven los hombres y lo demás creado, y a ese mundo Dios “lo hizo hermoso en su tiempo” (Eclesiastés 3:11). Ese mundo debemos amarlo y hasta cuidarlo, porque de acuerdo con el salmista ellos “cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmo 19:1).

El mundo creado por Dios está lleno de belleza arriba y abajo. Mire usted un atardecer o un amanecer; mire usted la aureola boreal. Qué decir de la belleza de los mares, los ríos, las flores, la nieve… Entonces, el mundo del cual habla Juan no es el visible, sino el invisible.

No es el cosmos, que es un mundo ordenado, es más bien el mundo del caos. Hay un mundo ordenado y otro desordenado. El mundo que odiaba a Jesús era el mundo de maldad, el mundo de miseria, el mundo de corrupción, con todo el sistema del mal. Es el sistema dirigido por Satanás. Es el mundo que te invita para hacer un cambio de lealtad.

b. “… y las cosas que están en el mundo…” (vers. 15b)

Ya hemos dicho que Juan no nos pide odiar al mundo creado por Dios. De esta manera, “las cosas que están en el mundo” son una clara referencia al sistema espiritual invisible de maldad dominado por Satanás. Ese mundo invisible de maldad se le va a presentar al creyente todos los días para desviar su atención de Dios y termine amándolo.

Satanás domina el arte de camuflaje y de la vestimenta. Bien sabe el enemigo que al presentar al creyente su objetivo más deseado, el mejor atractivo para que él ame al mundo y las cosas que están en él, lo hará caer. ¿Por qué cree usted que la Biblia habla de Satanás como ángel de luz?

Porque será con su ropaje atractivo que despertará sus deseos, llamados por la Biblia como la concupiscencia para hacerlo pecar. Satanás debió usar algo extremadamente atractivo no visto en el Edén para hacer pecar a Adán y Eva contra Dios.

Hay cosas que hay en el mundo que serán más atractivas, muy conocidas por Satanás, mucho más “agradables” para que tú comiences a amar más al mundo, y de esa manera tu amor a Dios comienza a ser desplazado. El mundo te presentará muchas opciones para preferirlo en lugar de Dios. La fruta prohibida parece ser mejor que las demás frutas.

c. “… el amor del Padre no esta en él” (vers. 15c)

La declaración de este texto no da lugar a términos medios. No hay otro color entre blanco y negro en el asunto de amar a Dios. No se puede amar a Dios y al mundo a la vez. En este caso, o eres un cristiano genuino, cuya vida es un apego a un amor profundo a Dios, o un no creyente que está en rebelión permanente porque su más grande amor se lo ha dedicado al mundo.

Este es un texto extremadamente serio. Una persona en quien no more el amor del Padre necesariamente tendrá que amar otra cosa, pero estará siempre huérfana de ese amor. Solo imagínese por un momento lo que es no tener el amor del padre, la madre y hermanos. Pues si esto es triste, imagínese no tener el amor de Dios el Padre.

El asunto es que Dios no comparte su amor con nadie. Si en mi corazón me he enamorado del mundo, y amo lo que en él hay, debo saber que no puedo contar con el amor de Dios. Jesucristo lo dijo de una manera categórica al referirse que no podemos servir a dos señores (Mateo 6:24).

Si amamos al mundo quedamos desprovisto del amor del Padre. Dios le retiró a Esaú su bendición, a Saúl su unción, a Sansón sus fuerzas y a Judas su salvación. Si Dios les quita el amor a sus hijos ¿en qué condición quedará esa alma?

II. AMAR AL MUNDO ACTIVA LOS DESEOS DEL CORAZÓN

a. El mundo y los deseos de la carne (vers. 16ª)

Juan reconoce que los creyentes iban a estar expuestos a los deseos de este mundo. ¿Cuáles son esos deseos? Hay deseos de sobresalir por encima de los demás. Vea esto en una escuela, en el trabajo, y, peor aún, en la iglesia. Lamentablemente la iglesia es la que más está expuesta al amor del mundo.

Todo creyente está propenso al amor del mundo. Una sola mirada a sus ofertas tentadoras y ya comenzamos a enamoremos de él y después a amarlo. Aquí es donde trabaja primero “los deseos de la carne”. Hay que decir de una vez que estos deseos de la carne van más allá de los pecados de la carne que casi siempre se asocian con los pecados sexuales. Aquí hay una referencia a las ambiciones mundanas y los objetivos egoístas.

Los deseos de la carne lo único que hacen es medir las cosas bajo el barómetro de las cosas materiales. Los deseos de la carne contribuyen a la glotonería, a buscar siempre el lujo, a hacerse esclavo del placer, ser codiciosos y relajarse en lo moral. Quien esto hace no puede amar a Dios. El deseo de la carne al final va en contra del Espíritu. Esto es lo afirmado por Pablo en Gálatas 5:16-17.

b. El mundo y los deseos de los ojos (vers. 16b)

Todos coincidimos que no hay cosa más grata al ser humano que contar con una vista sana. Siempre nos imaginamos de lo que se pierde una persona ciega cuando no puede distinguir los colores y la belleza de lo creado. Aunque para sorpresa de muchos, hay “ciegos” que llegan a ver mejor que los que tenemos buena vista.

El asunto es que los ojos son las puertas que nos comunican con el mundo externo. Es lo que nos permite distinguir entre lo bello y lo feo, entre blanco y negro, entre lo grande y lo pequeño. Pero los ojos, según la visión del apóstol, también son causa de pecado, sobre todo cuando ellos despiertan en nosotros la codicia de las cosas prohibidas.

El asunto es que Satanás usará siempre nuestros ojos como avenidas estratégicas para inducirnos a pecar. Mire lo que hizo con Eva al tomar del fruto prohibido. Lo que hizo Acán cuando tomó el lingote de oro y un manto babilónico. Mire lo que hizo con David al tomar la mujer prohibida.

Aún más, mire lo que quiso hacer Satanás con Jesús al mostrarle los reinos del mundo. Los deseos de los ojos miraran siempre lo codiciable, pero el resultado es muerte espiritual.

c. El mundo y la Vanagloria (vers. 16c)

Hay una gloria que es hermosa, espiritual y eterna; estamos hablando de la gloria de Dios. El creyente nació para esa gloria y debe proclamar esa gloria. Pero la gloria personal, aquella donde hay hombres casados con el mundo, que la viven y la disfrutan, no puede ser de un creyente.

“La vana gloria” es todo aquello que apela a la jactancia, arrogancia, orgullo o soberbia. Hay en esto una contemplación de los logros personales de los que el hombre vanidoso no escapa, y en los cuales también los creyentes le siguen el juego a Satanás.

Hay que saber que quien esto ama no podrá ser amado por Dios. La única gloria que el creyente debe amar es la gloria de Dios. Cuando amamos la gloria de Dios nos alejamos de la vana gloria del mundo. Cuando amamos a Dios y no al mundo nos postramos en adoración y en humillación ante su gloria.

Cuidemos nuestros corazones para que no se encube ninguna vana gloria que sustituya la real gloria de Dios. No permitamos que ninguna gloria del mundo nos aleje del amor del Padre. Pablo nos recuerda que fuimos creados para exaltar su gloria (Efesios 1:6). Que nada nos quite ese gozo y privilegio.

III. AMAR AL MUNDO ENFRENTA LA VOLUNTAD DE DIOS

a. El mundo y sus deseos pasan (vers. 17)

No podía ser de otra manera. El mundo y sus deseos no son para siempre, y ninguna de estas cosas “proceden del Padre”. No puede proceder de Dios lo que Él mismo aborrece. Muy pronto el diablo con su reinado perderá su poder y su control, porque tiene fecha de duración.

El pecado con su dominio dejará de existir. La perversidad de los poderes invisibles que controlan y dirigen la maldad pasarán. Los deseos de la carne y de los ojos pasarán. Así que una poderosa razón por la que el creyente no debe amar a este mundo es porque el mundo pasará.

Bendito el día cuando ya no estemos en este mundo donde las noticias de cada día sean de crímenes, robos, violaciones, guerras, injusticias y toda clase de perversidad que Satanás comanda por cuanto su final está cerca. Tan grande y cercana es esta verdad bíblica que Pablo nos ha dicho que “ la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.

Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora…” (Romanos 8:21-22). El mundo y sus deseos pasaran porque son temporales, pero todo lo de Dios, incluyendo su amor, permanece para siempre.

b. La voluntad de Dios permanece (vers. 17b)

La voluntad del hombre siempre será variable y sujeta a los cambios de ánimo, sentimientos y circunstancia cada día, y por eso no permanece. El mundo te presenta un goce temporal, sin embargo, la voluntad de Dios te presenta un goce permanente.

Amar el mundo es hacer la voluntad de aquel que lo controla con sus ofertas y placeres. Pero hacer la voluntad de Dios es vivir bajo la dirección divina, la que más seguridad nos pueda dar. Su voluntad no cambia porque tiene que ver con su carácter santo y su determinación de cumplir todo lo que ha dicho en su palabra, visto en sus promesas para felicidad del hombre.

Todos los reinos y gobiernos de este mundo pasarán. Los gobiernos malos y buenos pasarán. Todo lo que tenemos y somos pasará. Su envejecimiento significa que usted está pasando, y pasará. Tengo que darle otra connotación a mi vida que no sea basado en lo temporal, sino en lo eterno.

No amamos al mundo porque al final ese amor no satisface, sino que destruye, pero si amamos el hacer la voluntad de Dios, eso permanecerá. Al final de esto, qué preferimos, amar al mundo o hacer la voluntad de Dios.

CONCLUSIÓN

Si alguien enfrentó al mundo y a su príncipe fue Jesús. Desde el mismo comienzo de su ministerio Satanás le presentó tres ofertas que involucraba los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida. Satanás sabía que después de cuarenta días de ayuno Jesús tendría hambre, así que lo primero en apelar fue a los deseos de la carne (Mateo 4:3-4).

Pero Jesús responde a esa tentación diciendo que “no solo de pan vivirá en el hombre” (Deuteronomio 8:3). La próxima tentación tuvo que ver con la vana gloria de la vida o el orgullo de la vida. Satanás sabe muy bien como explotar esto que les gusta tanto a los hombres, usar el poder para la grandeza propia (Salmo 91:11-12).

Por último, apela al deseo de los ojos para que mirase los reinos del mundo y los tomara, pero con la condición de adorarlo postrado en su presencia. Al final Jesús reprendió a Satanás para que se fuera, y le dejó saber quién es el único ser que debe ser adorado.

No améis a mundo”, es el mandamiento de hoy. Si amamos al mundo, de acuerdo con estas tentaciones, el amor del Dios el Padre no puede estar en nosotros. En la medida que amamos a Dios ya no habrá oportunidad para que el amor del mundo ocupe su lugar. Dios no comparte su amor.

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.
Iglesia Bautista Ambiente de Gracia, Fairfax, VA.

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