Fe en tiempos difíciles

José M. Vega

Fe en tiempos difíciles

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Fe en tiempos difíciles | Predicas Cristianas

Predicas Cristianas Versículo principal: “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti.” Isaías 43:2

Introducción

En tiempos como los que vivimos, la fe en tiempos difíciles no es solo una virtud, es una necesidad urgente. Para muchos en nuestra comunidad hispana, la vida ha traído desafíos duros: familias separadas por la deportación, trabajos perdidos, decisiones difíciles entre quedarse en la tierra que amamos o partir en busca de un futuro mejor. Pero, ¿Cómo mantener la fe cuando todo parece temblar? ¿Cómo confiar en Dios cuando nuestros ojos solo ven puertas cerradas?

A veces, nos encontramos entre la espada y la pared. Escuchamos noticias que nos llenan de miedo, sentimos la presión de proveer a nuestros hijos, y nos preguntamos en silencio: “¿Dónde estás, Señor?” Y aunque el corazón se sienta pesado, la Palabra de Dios nos ofrece una promesa firme: Él no nos abandona.

“Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti.”

Este no es un consuelo superficial. Es una declaración divina. No dice “si pasas”, dice cuando. Porque todos enfrentaremos momentos de dolor, pérdida, incertidumbre y prueba. Pero el Señor promete algo más poderoso que una solución instantánea: Su presencia fiel en medio de las aguas profundas.

Y es aquí donde debemos hacernos preguntas que van al alma:

  • ¿En qué se basa mi fe cuando todo se derrumba?
  • ¿Dónde está mi esperanza cuando no hay respuestas?
  • ¿Cómo puedo mantener viva la llama de mi confianza en Dios cuando la oscuridad parece no tener fin?

Este estudio bíblico tiene como propósito levantar corazones abatidos, afirmar la fe de los que están cansados, y recordar a todos que, aunque la tormenta sea fuerte, el ancla del creyente es firme. No vamos a hablar desde una fe teórica o distante. Vamos a hablar desde la lucha, y desde el quebranto, pero también desde la victoria que se encuentra en Cristo.

Vamos a descubrir lo que dice la Biblia sobre la fe en la adversidad, cómo fortalecer nuestra confianza en Dios cuando todo falla, y cómo caminar en esperanza aun cuando nuestros pies tiemblen.

Prepárate. Este no será un estudio más. Será un encuentro con el Dios que camina con nosotros por el fuego, que sostiene nuestras lágrimas y que sigue abriendo camino donde no lo hay.

I. ¿Qué dice la Biblia sobre la fe en tiempos difíciles?

¿Qué dice la biblia?

La realidad es que la fe verdadera no se define cuando todo va bien. La realidad es que la fe verdadera se revela cuando todo va mal. Es en los valles, no en las cumbres, es donde descubrimos de qué está hecha nuestra confianza. Hermanos, la fe en tiempos difíciles no es una fe debilitada. Es una fe probada. Y la Biblia no nos promete una vida libre de dolor, pero sí una vida sostenida por nuestro Dios que no falla.

Desde Génesis hasta Apocalipsis, encontramos que los hombres y mujeres que caminaron con Dios fueron probados de formas que muchas veces no entendemos del todo. Por ejemplo:

  • Abraham fue llamado a salir sin saber a dónde iba.
  • José fue traicionado por sus hermanos y vendido como esclavo.
  • David fue perseguido durante años, incluso después de haber sido ungido.
  • Daniel enfrentó el exilio.
  • Rut perdió a su esposo y dejó su tierra.
  • Pablo fue encarcelado, golpeado, y muchas veces incomprendido.

Ahora preguntémonos: ¿Qué tenían todos estos personajes históricos en común? El denominador común aquí, es decir, lo que todos tenían en común es que tenían una fe que resistió, que esperó, que confió, y que fue recompensada.

a. La fe se fortalece en medio de la aflicción

La realidad es que en muchas ocasiones el sufrimiento tiende a debilitar la fe, algo que nunca debe suceder en nuestras vidas. Digo esto porque el sufrimiento, en vez de debilitar nuestra fe, debe servir para refinarla. Fíjense bien cómo esto es algo que queda muy bien reflejado en las palabras del apóstol Pablo en su epístola a los Romanos cuando escribió:

“Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza.” (Romanos 5:3-4)

Demos siempre confiar en que Dios no desperdicia el dolor. Cada lágrima que derramamos es contada, cada noche oscura es vista desde el cielo. Y cuando pasamos por pruebas, no es para destruirnos, sino para formarnos. La fe, como el oro, se purifica en el fuego, como lo expreso el apóstol Pedro en 1 Pedro 1:7 cuando escribió: “para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo.”

Entonces, si estás pasando por un momento de crisis, ya sea económica, migratoria, familiar o emocional, no pienses que Dios te ha abandonado. Quizás hoy puede que estés en la cueva, como Elías, pero Dios todavía susurra (1 Reyes 19:9-11). Puede que estés en el pozo, como José, pero confía en que Él sigue escribiendo tu historia.

b. La fe se aferra a las promesas de Dios

Una fe sólida no se apoya en los sentimientos ni en los impulsos del momento. Se apoya en algo más firme: las promesas del Señor. Y las promesas de Dios, como bien sabemos, son “sí” y “amén” en Cristo Jesús (2 Corintios 1:20). Cuando todo lo demás se tambalea, Su Palabra permanece.

Esto es algo que el salmista dejó bien claro en el Salmo 119:50, cuando escribió: “Este es mi consuelo en mi aflicción: que tu dicho me ha vivificado.”

Ahora te pregunto; ¿Te has sentido sin fuerzas últimamente? ¿Sin motivación para seguir? Es normal, todos pasamos por eso. Pero ahí es donde debemos recordar que las promesas del Señor no son poesía antigua ni frases bonitas para animar. Son verdades eternas que sostienen al alma cansada. Cuando no veas la salida, aférrate a lo que Él ha dicho. Aunque no entiendas los caminos, si Dios habló y Él cumplirá.

Y si hoy sientes que tu fe es pequeña, no te desanimes. Nuestro Señor dijo algo que debe quedarse grabado en nuestro corazón: “Si tuvieras fe como un grano de mostaza…” (Mateo 17:20). No necesitas fe gigantesca. Necesitas fe auténtica. Aunque tu fe tiemble, aunque en ocasiones dude, cuando tu fe está puesta en Cristo, esa fe moverá montañas.

c. La fe nos recuerda que Dios está presente, incluso en el silencio

Una de las pruebas más difíciles de la fe en tiempos difíciles es enfrentar el silencio de Dios. En muchas ocasiones oramos, y parece que el cielo está cerrado. Clamamos, y no escuchamos respuesta. Pero no confundamos silencio con ausencia. A veces, Dios guarda silencio porque ya nos dio Su Palabra. Otras veces, porque está obrando detrás del telón de nuestra historia. Y otras más, porque quiere que maduremos en la confianza, no en la emoción.

Esto es algo que el profeta Habacuc entendió muy bien; a pesar del caos, la injusticia y el dolor que lo rodeaban, él declaró con convicción: “Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos… con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación.” (Habacuc 3:17-18). Eso es fe. No una fe basada en lo que se ve. No una fe motivada por lo que se siente, sino una fe fundada en quién es Dios.

Y aquí damos paso al siguiente punto. Porque no basta con saber lo que dice la Biblia sobre la fe. Ahora debemos aprender cómo vivir esa fe, cómo sostenerla día a día, especialmente cuando las fuerzas se nos agotan y el ánimo parece irse.

II. ¿Cómo tener fe en Dios durante tiempos difíciles?

¿Cómo tener fe en Dios durante tiempos difíciles?

Como he repetido en numerosas ocasiones, hablar de la fe es fácil cuando todo va bien. Pero vivirla en medio del dolor, ahí es donde realmente se prueba su autenticidad. Muchos preguntan: “¿Cómo puedo mantener mi fe cuando todo parece derrumbarse?” Y esa es una pregunta válida. Digo esto porque todos, en algún momento, enfrentamos situaciones que sacuden nuestra alma: deportaciones, separaciones familiares, desempleo, enfermedades, y muchísimas otras situaciones que tratan de nublar nuestra esperanza en Dios. Pero es precisamente ahí donde la fe se vuelve más real.

Hermanos, tener fe en tiempos difíciles no es ignorar el dolor. No es pretender que no pasa nada. Es confiar, aún con el corazón roto, en que Dios sigue siendo fiel. Es levantar los ojos al cielo aunque haya lágrimas en los nuestros. Es caminar, aunque no veamos el camino. ¿Y cómo se hace eso? La Palabra de Dios nos da la respuesta.

a. Recordando quién es Dios, no solo lo que hace

Una de las razones por las que nuestra fe se tambalea en la crisis es porque muchas veces ponemos nuestra esperanza en lo que Dios puede hacer, en lugar de en quién es Él. Pero la fe verdadera en la adversidad no se fundamenta en resultados visibles, sino que se arraiga en el carácter inmutable de Dios.

Fíjense bien como lo expresa el profeta Jeremías, en medio del desastre nacional y el dolor personal más profundo, cuando escribe en Lamentaciones 3:21-23: “Esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto, esperaré: Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.”

Él no dijo eso cuando todo iba bien, él lo dijo mientras lloraba por la destrucción de su pueblo. ¿Cómo lo logró? Recordando que la fidelidad de Dios no cambia con las circunstancias.

Entonces, cuando todo se derrumbe a tu alrededor, cuando el miedo a ser deportado golpea, cuando la angustia de dejar atrás a tus hijos en otro país te rompe el alma, recuerda esto: Dios no ha cambiado. Su amor sigue firme. Su misericordia sigue nueva. Su fidelidad sigue intacta.

b. Alimentando la fe con la Palabra

La fe no es un sentimiento mágico que aparece cuando más lo necesitas. La fe se alimenta. Y su alimento es la Palabra. Esto es algo que el apóstol Pablo nos dice claramente en Romanos 10:17 cuando leemos: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.”

Cuando los pensamientos de ansiedad nos invaden, cuando el miedo al futuro se vuelve insoportable, necesitamos más que frases motivacionales. Necesitamos verdades eternas. Versículos que nos recuerden que nuestra confianza en Dios no está vacía, sino fundada sobre una roca que no se mueve.

Recitar promesas bíblicas no es ritualismo, es supervivencia espiritual. Es resistir el ataque del enemigo con la espada del Espíritu. Es declarar, como hizo el salmista: “En el día que temo, yo en ti confío” (Salmos 56:3).

Y aquí es donde debemos hacernos una pregunta: ¿Estamos alimentando nuestra fe con las noticias o con la Palabra? ¿Con el temor, o con la verdad? Si queremos tener fe en tiempos difíciles, no podemos vivir desconectados de la fuente. Y la fuente es Cristo, revelado en Su Palabra.

c. Orando aunque no haya palabras

Una gran realidad es que cuando todo duele, a veces ni sabemos qué decirle a Dios. Solo hay lágrimas. Solo hay suspiros. Y eso está bien. Porque Dios no escucha oraciones perfectas, sino que Él escucha corazones sinceros. Esto es algo que queda muy claro en Romanos 8:26, donde Pablo escribió: “…el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.”

Eso significa que aun cuando no sepas cómo orar, el Espíritu Santo toma tus lágrimas, tus gemidos, tus silencios y los convierte en una intercesión perfecta delante del Padre.

Entonces, no te detengas porque no sabes qué decir. Ora. Abre tu corazón. Derrámate como Ana en el templo, aunque solo se muevan tus labios (1 Samuel 1:13). El Señor escucha. El Señor ve. Y el Señor responde.

Y este es un paso crucial. Porque si queremos mantener una fe viva, fuerte y constante, necesitamos aprender a orar incluso en medio del dolor. Incluso cuando no hay fuerzas. Porque es allí, en la debilidad, donde se perfecciona su poder (2 Corintios 12:9).

Esta es la clase de oración que nos prepara para lo que viene. Porque lo que viene no será fácil, pero tampoco imposible. Y eso nos lleva al siguiente punto: ¿cuáles son los pilares que sostienen una fe firme en medio de la tormenta?

III. Pilares que sostienen una fe firme en medio de la tormenta

¿Cuáles son los pilares que sostienen una fe firme en medio de la tormenta?

Cuando el dolor llega, cuando las malas noticias golpean sin aviso, cuando los planes se caen y las puertas se cierran, ¿en qué nos apoyamos? ¿Qué sostiene nuestra fe cuando el suelo tiembla bajo nuestros pies? Esa es la pregunta que todos, tarde o temprano, terminamos haciéndonos.

Porque la fe en tiempos difíciles no es una emoción que viene y va. Es una convicción profunda que se apoya sobre pilares sólidos, inquebrantables, que han resistido tormentas mucho más grandes que las nuestras. Y esos pilares no son ideas abstractas. Son verdades bíblicas, reales, que están al alcance de todos, especialmente de los que más sufren. Vamos a descubrirlos juntos.

a. El conocimiento de Dios

Pensemos en algo, ¿es posible confiar en alguien que no conocemos? Creo que todos aquí estaremos de acuerdo cuando digo que la respuesta a esta pregunta es un redondo NO. La fe genuina comienza cuando sabemos quién es Aquel en quien hemos creído. Hermanos, no se trata solo de saber que Dios existe, sino que se trata de conocer Su carácter, Su fidelidad, Su corazón.

Es por eso el profeta Jeremías escribió algo profundo en medio de una nación en ruinas: “Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría… mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme…” (Jeremías 9:23-24).

La fe en la adversidad se sostiene cuando recordamos quién es Dios: justo, fiel, compasivo, soberano. Pero eso no se logra en la carrera de la vida, es decir, en el paso apresurado de nuestra vida cotidiana, o como algunos dicen “life in the fast lane” (vida en la senda rápida), sino que es algo que se construye en la intimidad.

En otras palabras, se construye cuando tomamos el tiempo de escudriñar las escrituras para conocer el character de Dios. Cuando lo escuchamos en el silencio (Mateo 6:6), cuando lo reconocemos en los detalles cotidianos, solo es en ese entonces que nuestra confianza crece. ¿Por qué digo esto? Lo digo porque cuando hacemos estas cosas, cuando tomamos el tiempo de escudriñar las escrituras pronto llegamos a conocer a nuestro Dios, y ya no estamos no confiando en un desconocido, sino que aprendemos a confiar en nuestro Padre celestial.

b. La memoria de sus obras pasadas

Otro de los pilares fundamentales que sostienen una fe firme es la memoria. Sí, me escucharon bien, la memoria, y cuando digo esto no me estoy refiriendo a versículos memorizados. ¿A qué entonces me refiero? Hermanos, me refiero a hacer memoria de todas las veces que Dios ha actuado, bendecido, nuestra vida. Porque cuando todo parece perdido, cuando las fuerzas se van, recordar lo que Dios ya ha hecho puede ser lo que nos salva del colapso. Reflexions por un momento: ¿Te ha pasado? ¿Te has olvidado todo lo que Dios ha hecho en tu vida y de dónde te saco?

A veces, todo lo que necesitamos es recordar cómo Él te levantó aquella vez. Cómo abrió puertas cuando todo estaba cerrado. Cómo sostuvo a tu familia, cómo proveyó cuando no había nada, cómo consoló cuando nadie entendía tu dolor. Y esto lo vemos claramente en el Salmo 77. El salmista estaba en angustia, confundido, casi sin esperanza hasta que decidió mirar hacia atrás: “Me acordaré de las obras de JAH; sí, haré yo memoria de tus maravillas antiguas.” (Salmo 77:11)

Nosotros también debemos hacer memoria. No para vivir del pasado, sino para no olvidar quién es nuestro Dios. Porque si lo hizo antes, lo hará otra vez. Su fidelidad no cambia. Y nuestra fe, cuando recuerda, se fortalece.

c. La comunidad de los creyentes

Finalmente, un pilar muchas veces ignorado, pero completamente bíblico: la comunidad, es decir la iglesia. La realidad es que Dios no nos diseñó para enfrentar la adversidad solos (Génesis 2:18). En tiempos difíciles, uno de los mayores errores que podemos cometer es aislarnos. Pero la fe madura se cultiva en comunidad, en la iglesia, entre hermanos y hermanas que oran, apoyan y caminan contigo.

Es por eso que el escritor de Hebreos nos exhorta con claridad diciéndonos: “Considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos…” (Hebreos 10:24-25)

Cuando el dolor es fuerte, cuando nuestra mente se nubla, otros pueden ver por nosotros. Cuando nuestras palabras se acaban, otros oran por nosotros. Cuando sentimos que la fe flaquea, otros nos recuerdan que Dios sigue obrando.

Y esto no es debilidad. Es diseño divino. La iglesia no es un club social, es un hospital espiritual. Es un refugio en la tormenta. Y cuando todo se sacude, estar rodeado de creyentes firmes puede ser lo que mantenga viva nuestra esperanza en medio del dolor.

Estos son los tres pilares: el conocimiento de Dios, la memoria de sus obras, y la comunidad de fe que nos permiten permanecer firmes cuando todo lo demás parece caerse. No son fórmulas mágicas, pero sí fundamentos eternos. Y es sobre estos fundamentos es que debemos construir nuestra vida. Porque vendrán días de prueba. Vendrán tormentas. Pero si nuestra casa está sobre la roca, entonces no caerá (Mateo 7:24-27).

En el próximo punto veremos cómo mantener viva esa fe cuando parece apagarse. Porque no basta con tener fe… hay que saber cómo mantenerla encendida.

IV. ¿Cómo mantener viva la fe cuando todo parece perdido?

¿Cómo mantener viva la fe cuando todo parece perdido?

Hay momentos donde la fe no desaparece, pero se apaga lentamente. No se renuncia a Dios, pero se empieza a dudar. No se deja de orar, pero ya no se espera respuesta. Y esto, mis hermanos, le ha pasado incluso a los más fieles. No es falta de salvación, es cansancio del alma. Es lucha interna. Es tormenta espiritual.

Pero aquí está la buena noticia: la fe no solo se puede recuperar… se puede reavivar. Como una llama que parecía extinguirse, pero que con el viento del Espíritu vuelve a encenderse con más fuerza.

La pregunta es: ¿cómo mantener viva esa fe cuando todo en la vida nos dice que nos rindamos?

Vamos a descubrirlo juntos.

a. Reafirmando el carácter inmutable de Dios

Muchas veces nuestra fe se debilita porque enfocamos nuestros ojos en lo que cambia, en lo que duele, en lo que no entendemos. Pero cuando volvemos nuestra mirada al carácter de Dios, encontramos un ancla firme.

Aquí es donde debemos detenernos a considerar el verdadero significado de la fidelidad divina. En las Escrituras, la palabra hebrea traducida como “fidelidad” es אֱמוּנָה ’emuwnah (se pronuncia eh-mu-ná), y significa: firmeza, constancia, estabilidad, y fidelidad confiable (Blue Letter Bible, H530). No habla de una fe sentimental, sino de una fe sólida. Es la clase de fidelidad que permanece cuando todo a nuestro alrededor cambia.

Y esto lo vemos claramente en el clamor del profeta Jeremías en medio de una nación destruida cuando dijo: “Esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto, esperaré: Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.” (Lamentaciones 3:21-23)

Cuando recordamos quién es Dios, no solo lo que hace, nuestra fe se fortalece. Él no cambia. Su fidelidad no se agota. Y aunque todo parezca perdido, Su carácter sigue siendo nuestra roca.

b. No abandonando los hábitos espirituales… aunque cueste

Uno de los errores más comunes en medio del dolor es dejar de hacer justo lo que más necesitamos: orar, leer la Palabra, congregarnos, adorar. Porque cuando la fe parece morir, es ahí donde más debemos alimentar el espíritu. Esto es algo que el apóstol Pablo deja muy claro cuando dice: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.” (Gálatas 6:9)

La clave está ahí: no desmayar. Porque aun cuando no veamos fruto inmediato, nuestra constancia será recompensada. Aunque parezca que nadie escucha, Dios está obrando. Y es en esos momentos donde la fidelidad diaria, aunque sencilla, se convierte en adoración pura.

Entonces, aunque no sientas, ora. Aunque no entiendas, sigue leyendo. Aunque no veas respuestas, sigue creyendo. Porque cada paso de obediencia que damos en la oscuridad es una declaración de que nuestra fe no depende de las circunstancias, sino de la fidelidad de nuestro Dios.

c. Rodeándonos de quienes alimentan nuestra fe

Hermanos, una gran realidad es que la soledad espiritual es peligrosa. Cuando la fe se debilita, es fácil encerrarnos, desconectarnos, apagar el teléfono y dejar de responder a los hermanos. Pero ese aislamiento es el terreno fértil para la desesperanza. El escritor de Hebreos lo entendía muy bien, por eso nos exhorta diciéndonos: Considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos…” (Hebreos 10:24-25)

Hermanos, Dios nos diseñó para comunidad. Aun Jesús, en Su momento más difícil, pidió que oraran con Él (Marcos 14:32-52). Y si el mismo Señor pidió que oraran con Él en su momento mas difícil entonces, ¿por qué creemos que podemos resistir solos? Hermanos, rodearnos de creyentes que alimentan nuestra fe no es debilidad. es sabiduría, es humildad. Es aceptar que necesitamos ayuda, y que Dios usa a Su iglesia como un canal de gracia.

Y si en este momento no tienes una comunidad espiritual, búscala. Pide oración. Abre tu corazón. Porque muchas veces, cuando nuestra fe flaquea, la fe de otro puede sostenernos por un tiempo hasta que la nuestra se fortalezca otra vez.

d. Poniendo la mirada más allá de esta vida

Una de las mayores causas de desánimo es pensar que todo se acaba aquí. Que si no vemos un milagro ahora, todo está perdido. Pero la fe verdadera, la que sostiene en la tormenta, es una fe que mira más allá de lo temporal. El apóstol Pablo lo resumió así: “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria.” (2 Corintios 4:17)

Hermanos, la vida no termina en el sufrimiento. No termina en el hospital, ni en la frontera, ni en la carta de deportación, ni en la pérdida. Nuestra historia sigue porque nuestra esperanza es eterna. Porque nuestro Señor venció la muerte y nos prometió vida.

Y si esa promesa es real, y lo es, entonces podemos resistir un poco más. Podemos caminar un día más. Podemos orar una noche más. Porque sabemos que la fe en tiempos difíciles no es en vano. Es una semilla eterna que dará fruto glorioso.

Conclusión

No es momento de rendirse… es momento de creer

Hermanos, después de todo lo que hemos visto, aprendido y recordado, no podemos quedarnos igual. Porque la fe en tiempos difíciles no es teoría… es vida. Es esperanza viva. Es un escudo contra la desesperación. Es luz cuando todo es oscuridad. Y esa fe no viene de nosotros, viene de Dios. Pero sí nos toca a nosotros decidir qué haremos con ella.

Quizás hoy estás cansado. Quizás sientes que tu confianza en Dios ha sido sacudida por las pruebas. Quizás la tristeza, la ansiedad, la frustración o el temor han querido apagar la llama de tu fe. Pero hoy el Señor te dice: “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo…” No dice “si pasas”, sino “cuando”. Porque Él sabe que vamos a pasar por valles oscuros. Pero también promete que no estaremos solos. Esa es Su fidelidad.

Entonces, ¿qué vas a hacer con esta verdad?

  • ¿Vas a seguir cargando el peso solo?
  • ¿Vas a seguir creyendo que no hay salida?
  • ¿O vas a confiar, aunque no veas?

Hoy es el día. Dios no busca una fe perfecta, Él busca una fe perseverante. Una fe que diga: “Aunque todo esté en contra, yo seguiré creyendo. Aunque no vea la salida, yo seguiré caminando. Aunque esté en el fuego, yo sé que Él está conmigo.”

Recordemos lo que nos dice Apocalipsis 2:10: “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.” ¿Qué les quiero decir con esto? Lo sue les estoy diciendo es que no hay recompensa sin resistencia. No hay corona sin cruz. No hay victoria sin fe. Por eso, te invito hoy, con todo el amor pastoral y con toda la urgencia del cielo: Vuelve a creer. Vuelve a orar. Vuelve a confiar. Vuelve al altar. Porque el Señor no ha terminado contigo. Porque lo que te queda por vivir es más grande que lo que has perdido. Porque aún en medio del dolor… Él sigue siendo Dios.

No sueltes la fe. No abandones tu confianza. No dejes de creer. Y si estás a punto de rendirte, entonces estás más cerca del milagro de lo que imaginas. Mantente firme. Mantente fiel. Porque el Dios que camina contigo jamás ha perdido una batalla.

© José M. Vega. Todos los derechos reservados.

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José M. Vega
Autor

José M. Vega

Pastor jubilado con más de 20 años de experiencia, lideré una pequeña congregación con dedicación y amor cristiano.

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