Predicas Cristianas
Predicas Cristianas Prédica de Hoy: Una palabra con autoridad
Lectura Bíblica: Lucas 4:31-44
Serie: Certidumbre en tiempos de Incertidumbre
INTRODUCCIÓN
Leí acerca de un famoso pastor afroamericano de la Iglesia Bautista Misionera Monte Sión en Los Ángeles, quien tenía una hermana en su iglesia de edad avanzada a quien la llamaban la hermana “1800”, porque nadie sabía exactamente cuántos años tenía. Al parecer esta hermana era muy dura con los predicadores al momento cuando iban a exponer la Palabra de Dios, pero sobre todo con aquellos cuyo mensaje no exaltaban a Cristo.
Su costumbre era sentarse al frente del predicador y oírlo, y comenzaba a gritar suavemente: “¡Levántenlo!”, queriendo decir: “¡Levántenlo a Jesús! ¡Levántenlo!” Después de unos minutos de predicación, si ella sentía que no había suficiente de Cristo en el sermón, gritaba más fuerte, diciendo: “¡Levántenlo!”.
Ante esto, el predicador tenía que ir revisando su sermón y ver hasta dónde estaba presentando a Cristo en toda su exposición. Espero con la ayuda del Señor levantar a mi Cristo, y Lucas nos deja su historia para hacerlo.
Esto debemos hacer siempre los predicadores. El tema de hoy se presta para hacerlo. Jesucristo debe ser exaltado como lo hicieron aquellos que veían y oían la palabra de autoridad, al momento de dirigirse a sus necesidades. Lucas nos presenta en esta ocasión tres relatos, y en todas ellos la gente levanta a Cristo con admiración, gratitud y entrega. Y en todos estos casos, el elemento distintivo, Jesús usó la autoridad de su Palabra para obrar los milagros. Nadie tiene más autoridad sobre los presentes poderes, como Jesucristo. Veamos el poder de esta Palabra de autoridad de Jesús.
I. JESÚS TIENE AUTORIDAD SOBRE EL PODER DE SATANÁS
a. Una palabra dicha con autoridad (vers. 32).
“Y se admiraban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad“
El evangelista Mateo se refiere a un tipo de declaración parecida a la de Lucas, pero lo hace con una metáfora, refiriéndose a cómo los hombres construyen sus vidas sobre la roca o sobre la arena. En el texto de Mateo 7:28-29, la gente se maravillaba cuando oía hablar a Jesús, porque él lo hacía “como quien tiene autoridad”.
Algunos confunden el hablar con autoridad al hacerlo en un tono fuerte y ruidoso, pero esto es distinto cuando se habla con autoridad espiritual. Hay muchos púlpitos donde se pegan “gritos de autoridad” sin mucho efecto, pero la autoridad de Jesús fue tan distinta, porque ella sacudía todo su entorno.
La autoridad de Jesús no era de procedencia humana, sino divina (Mateo 28:19-20). Si seguimos a Jesús en el contexto de su comprobación profética, como el Mesías, las palabras “me ha ungido para dar buenas nuevas” serían el resultado de esa unción con la que hablaba, y son esas palabras las que preparan el momento en la sinagoga de Capernaun, porque allí había alguien para quien estas palabras producirán otra reacción.
Otra vez, las palabras dichas por el Señor tendrán siempre dos oidores: los que se maravillan, y los que les produce irritación e inconformidad.
b. Palabras fuertes, pero sin autoridad (verss. 33-34).
Estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de demonio inmundo, el cual exclamó a gran voz, diciendo: “Déjanos; ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios.“
Desconocemos cómo eran los servicios en las sinagogas, pero seguramente había mucha participación debido al debate continuo de las Escrituras, sobre todo cuando eran expuesta por un buen rabino, y eso era el ambiente de aquel lugar porque Jesús enseñaba en esa sinagoga. Pero, ¿qué fue lo inusual de aquella ocasión? Que había una cantidad de seres inmundos habitando en un solo hombre, y al oír la autoridad de las palabras de Jesús todos ellos reaccionaron.
¿Puede imaginarse la escena? ¿Puede imaginarse el ambiente de los oyentes? Me ha tocado lidiar con personas poseídas por demonios, y les aseguro que no es nada agradable escuchar como hablan esos seres inmundos.
Lucas nos da la descripción del demonio como siendo inmundo. Déjeme decirle esto, si ya era terrible ver la posesión demoniaca en un hombre, más lo será el saber que era un espíritu inmundo.
Por otro lado, ¿sabía usted que los demonios conocen muy bien a Jesucristo? A Él lo llaman “el santo de Dios”. ¿Cómo es esto? Los demonios fueron ángeles buenos antes de su caída, y supieron quién era Jesús y hasta creen en él (Santiago 2:19). Pero el conocimiento sin santidad no es un sinónimo de salvación.
c. Palabras de autoridad para hacer callar y liberar (vers. 35)
“Y Jesús le reprendió, diciendo: Cállate, y sal de él. Entonces el demonio, derribándole en medio de ellos, salió de él, y no le hizo daño alguno“.
Hay algo interesante en este texto. Cuando las alabanzas de los hijos de Dios vienen de un espíritu quebrantado, y expresan su gratitud en palabras, oraciones y canciones de alabanza el Señor, él las acepta como un sacrificio de adoración, pero cuando esa alabanza proviene de los demonios, el Señor manda a callar esas voces.
Me pregunto frente a esto, entonces, ¿oye el Señor una alabanza cuando ese corazón no se ha arrepentido? Pues eso pareciera ser lo ocurrido aquí de acuerdo con este texto. Ahora, siga viendo lo que pasa en el culto. Jesús ha visto a todos los integrantes en la sinagoga. Él vio a ese hombre con una legión de demonios en su cuerpo.
Oiga las palabras del demonio cuando habla, y pregunta: “¿Qué tienes con nosotros…?” y también “¿has venido para destruirnos?”. Si bien es cierto que habla un demonio, ese pareciera ser el representante, pero Jesús no le deja hablar y usa su palabra de autoridad, diciendo: “Cállate, y sal de él” (vers. 35).
Acto seguido, el demonio derribó al hombre, pero al final salió de él, sin hacerle daño. No hay poder, ni siquiera de los peores espíritus inmundos, que no puedan salir de un hombre con la autoridad de la Palabra de Cristo.
II. JESÚS TIENE AUTORIDAD SOBRE LAS ENFERMEDADES
a. De la sinagoga al hogar de la suegra del amigo (vers. 38ª).
“Entonces Jesús se levantó y salió de la sinagoga, y entró en casa de Simón. La suegra de Simón tenía una gran fiebre; y le rogaron por ella.”
Algunos creen que Cristo hizo del hogar de Pedro su casa para hospedarse gran parte de su ministerio, por eso este episodio fue resaltado como parte del valor de la amistad y la compasión de Cristo por sus amigos. Si esto fue así, qué privilegio tuvo la suegra de Pedro de atender a su Maestro. Y Lucas aprovechó esta ocasión para darle a esto su “toque de médico”.
Mateo dice que la suegra estaba postrada en cama “con fiebre” (Mateo 8:14); y Marcos dice lo mismo (Marcos 1:30). Sin embargo, Lucas habla de “una gran fiebre”. O sea, de acuerdo con el diagnóstico del médico Lucas, no era cualquier tipo de fiebre, sino usa capaz de matar a la suegra de Pedro. Como quiera que haya sido, para Pedro y su esposa esto era un asunto serio.
La angustia de su hija debió ser grande. Para esos días, si alguien tenía fiebre alta, podía ser síntoma de una enfermedad mortal. Por eso estaban profundamente preocupados. Marcos habla que Juan y Jacobo acompañaron a Jesús a la casa, y esto indicaba la seriedad de la enfermedad, pero también de hacerse solidario con Pedro y su familia.
Esta figura de ver a Jesús dejar la sinagoga para ir atender a una persona en su casa es digna de alabar.
Manolo, ¿de dónde vienes? -Del cementerio de enterrar a mi suegra. -¿Y cómo vienes tan triste? -Es que me ha dicho el cura que en la otra vida nos volveremos a encontrar
b. La fiebre también fue reprendida (vers. 39)
“E inclinándose hacia ella, reprendió a la fiebre; y la fiebre la dejó, y levantándose ella al instante, les servía.“
Si bien en la historia anterior, la palabra de autoridad de Jesús fue dirigida para reprender a un demonio inmundo, ahora va a ser usada para reprender a una fiebre muy alta. En esta historia vemos que una sola palabra es suficiente no solo para detener, sino para sacar la fiebre de ese cuerpo. Acompañemos a Jesús hasta la cama de la suegra de Pedro.
Lucas dice que “Jesús se puso de pie junto a ella”. Una vez allí la tomó de su mano, y “reprendió a la fiebre”. ¿No es curioso todo esto? Una cosa es que Jesús haya reprendido a un demonio, y verlo abandonar al hombre poseído, o reprender a un embravecido mar, pero otra cosa es reprender a la fiebre. ¿Qué hacemos nosotros con una fiebre?
Le damos alguna medicina, o ponemos usamos remedios caseros, o simplemente llevamos el enfermo al médico. El asunto es que no nos quedamos allí para reprender a la fiebre. Le aseguro que casi nadie hace eso; pero Jesús lo hizo. Él usó su palabra de autoridad, y cuando estuvo frente a la suegra “reprendió a la fiebre; y la fiebre la dejó”.
Este es un cuadro maravilloso. Jesús vino a poner “en libertad a los oprimidos”, y en aquel momento, la suegra de Pedro fue sanada de esa opresión.
c. “… y levantándose ella al instante, les servía”.
Esta es otra oración maravillosa porque nos habla no solo del cese de la fiebre, y las consecuencias que pudo traerle a esta mujer, sino de su completa e instantánea sanidad con la recuperación, dejando su lecho y levantándose en seguida para servir a los invitados quienes vinieron para acompañar a Pedro y su esposa.
Esta mujer recuperó todas sus habilidades, y se incorporó a seguir desarrollando el don del servicio del que tanto Pedro estaría agradecido. Con esta historia debemos reconocer que el Señor va a recibir la gloria por la curación. Cuántos de nosotros tenemos el hábito de darle a Dios la gloria por la curación cada vez que hemos estado enfermos. A veces pensamos que Jesús sana solo en estos casos espectaculares.
Pero, ¿le agradecemos a Dios por curarnos de un dolor de cabeza al tomar un ibuprofeno? ¿Con cuánta frecuencia le agradeces a Dios por la salud que disfrutamos? Ninguno de nosotros merece una buena salud, porque somos pecadores, y no merecemos nada. Pero si en la gracia de Dios, Él nos permite disfrutar de buena salud, ¿no deberíamos tener el hábito de darle las gracias regularmente? Nuestra buena salud nos llega como un regalo del Médico Divino.
III. JESÚS TIENE AUTORIDAD SOBRE EL PODER DEL PECADO
a. “… y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba” (vers. 40)
Todos estos milagros nos muestran a Jesús como el más grande de los médicos. Él puede sanar toda enfermedad que podamos enfrentar, no sólo la enfermedad física, sino las emocionales, tales como: la preocupación, la ansiedad, depresión, heridas, pérdidas, derrotas y desesperación.
¿Sabía usted que hay enfermedades emocionales y espirituales más poderosas que las físicas? Piense, por ejemplo, la adicción a algún vicio del cual has venido pidiendo liberación, pero todavía luchas contra eso.
Piensa en la adicción al sexo fuera del matrimonio alimentado por la pornografía, y la necesidad de saciar ese sucio y despreciable deseo. Qué decir de aquellas enfermedades emocionales cuyo propósito es torturar tu alma y hacer que tu cuerpo desfallezca.
Sí, hay enfermedades más allá de nuestro cuerpo, pero Cristo las conoce y debes seguir apegado a él hasta ser sanado. Es una garantía saber que Jesús simpatiza con nuestras debilidades, porque él vivió en la carne (Hebreos 4:15).
Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Él sigue siendo el mismo para poner sus manos sobre ti.
b. “… y la gente le buscaba… le detenían para que no se fuera de ellos” (vers. 42)
¡Qué preciosa fue y es la persona de Jesús! ¡Qué pasaje más ilustrativo al ver a la gente con hambre y sed de Dios! Los hombres y mujeres cargados de sus muchas necesidades, agobiados por las cargas impuestas por el pecado, y por la obra del diablo, venían a Él para ser atendidos.
Vea esta escena. La gente lo buscaba, pero además le rogaban quedarse con ellos. Lucas continúa diciendo que después de esto, todos los que estaban en el pueblo, y tenían a alguien enfermo, acudían a Jesús en grandes multitudes, rogándole que sanara a sus seres queridos de sus enfermedades, opresión, posesión demoníaca.
Estas fueron las auténticas señales del Mesías, y el cumplimiento profético de Isaías 62:1-2. Nada se resiste ante la palabra de autoridad de Jesús sobre todos los males del hombre. En Jesucristo las almas cansadas encuentran descanso ante su Palabra de autoridad de cada carga (Mateo 11:28).
Esta historia nos recuerda que en Jesucristo todos aquellos enfermos, incluyendo las emocionales, como la ansiedad, pueden encontrar paz frente a su Palabra de autoridad. Pedro, a lo mejor recordando a su suegra, dijo que Jesús “tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7).
CONCLUSIÓN
Hace unos años atrás me tocó enfrentar en una iglesia donde fui pastor a un grupo de hermanos, que comenzaron a desviarse doctrinalmente, y uno de sus lideres cuando me pedía que orara por un enfermo, o pedir por liberación, me demandaba no usar la frase “si es la voluntad de Dios”; porque para ellos, orar a sí, era dudar del poder de Dios.
Según la “nueva doctrina” donde ellos andaban, yo tenía que declarar la palabra, y el enfermo o endemoniado debería quedar libre. Por supuesto que eso me llevo a una confrontación y un arduo trabajo, y finalmente tuvimos que expulsarlos de la iglesia, porque no se sujetaron. Eran un total de 18.
Después descubrí que ellos estaban influenciados por la “teología de la prosperidad”, los creadores del “decláralo, proclámalo y recíbelo”. La Biblia no nos manda a hacer eso, porque el único que tiene el poder para reprender y ordenar a los demonios o enfermedades es Jesucristo.
Observe la reacción de la gente cuando oía la palabra de autoridad de Jesús ordenando a esos espíritus salir de la gente. Y fue por ese poder que la gente preguntó: “¿Qué palabra es esta que con poder y autoridad manda…?”
La única palabra de autoridad para tu condición la tiene Jesús, y te la ha mostrado limpiando a un hombre inmundo, sanando a una enferma. Esta palabra es para ti, recíbela también.
© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.
Iglesia Bautista Ambiente de Gracia, Fairfax, VA.